Fake News: la estrategia de la mentira en la que… ¿todos participamos?

Crear caos a través de la difusión de noticias falsas o la desinformación se ha convertido en una práctica común en nuestros días. Echar a correr rumores o crear matrices de opinión para dañar la reputación de personas y favorecer intereses políticos diversos, ha sido una estrategia usada por muchos desde que el mundo es mundo, pero que ahora, en plena era digital, adquiere visos dramáticos y exponencialmente perjudiciales.

Las fake news se comparten mucho más

Un estudio científico de reciente data, liderado por especialistas del Instituto Tecnológico de Massachusetts en USA, determinó que las fake news causan un impacto mayor, se comparten mucho más y generan más interacción que las informaciones veraces.

El equipo de especialistas confirmó que las informaciones falsas se difunden significativamente más lejos, más rápido y más profundo que la verdad en todas las categorías de temas. De igual manera, los efectos se sintieron de forma más potente en el caso de las noticias políticas falsas que las relacionadas con otros ejes temáticos.

Otro estudio realizado por Twitter develó que una información veraz requiere de hasta seis veces más tiempo que una noticia falsa para ser alcanzada por 1.500 personas.

En este contexto, el auge de las redes sociales ha servido de plataforma para la difusión de informaciones sin confirmar, pues la cualidad de rapidez y en algunos casos informalidad de estos canales digitales hacen posible que se difundan con mayor facilidad, a diferencia de los medios de comunicación tradicionales.

La altísima capacidad destructiva de las noticias falsas se ve potenciada por una conducta poco responsable de nosotros, los usuarios, quienes la mayor parte de las veces no pensamos antes de compartir información, no revisamos la fuente de donde provienen para verificar que tan fiable es quien la emite y, sin quererlo, muchas veces, nos convertimos en colaboradores de las fake news sin percatarnos de que un simple «RT» contribuye a que su difusión se vuelva una gran bola de nieve que viaja a alta velocidad acumulando retweets a su paso, volviéndose cada vez más grande y destructiva.

El impacto de este fenómeno ha puesto en jaque a los consultores políticos del mundo, quienes dedican buena parte de su gestión a la gerencia de crisis donde la difusión de noticias falsas son una estrategia que si bien está reñida con la ética, es usada indiscriminadamente por grupos políticos para obtener beneficios aún a costa de destruir reputaciones empresariales, y personales, que en algunos casos ha costado una vida construir y cuyos daños se pierden de vista.

En mi experiencia profesional, he sido testigo de cómo las noticias falsas entregadas a una audiencia heterogénea a través de una impecable estrategia de difusión y endosada con la credibilidad de terceros, son «compradas» y dadas por ciertas logrando crear matrices de opinión cuya comprobación la más de las veces está basada en una serie de supuestos imposibles de ser probados.

Para combatir las fake news: la ética

Para contrarrestar la situación, la ética profesional es el único salvavidas. El trabajo del periodismo y de los estrategas de la comunicación está en mostrar la realidad con argumentos verificados y ofreciendo contextos válidos como única forma de garantizar que la información política pueda ser recibida sin amarillismo, medias verdades o falsedad. El auge de la tecnología y canales de comunicación no debe usarse como excusa para la difusión de informaciones no verificadas que generen caos de forma consciente e inconsciente.

Apostar por resguardar la verdad es la única bandera a izar para frenar el impulso de las fake news. Mientras más medios de comunicación, estrategas, consultores políticos, líderes de opinión, y usuarios se comprometan con esta misión, la tarea será más sencilla y poco a poco esta práctica de manipulación anti-ética perderá vigencia rescatando el fin último de la comunicación: informar los hechos con imparcialidad y responsabilidad.

Fuentes consultadas:

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